Dos años después de la muerte de Antonio Puerta, la escena impensable ha vuelto a repetirse. Apenas ha cambiado el escenario. Entonces fue la puerta de entrada a los vestuarios del Sánchez Pizjuán. Ayer fue la puerta 21 del nuevo estadio de Cornellá-El Prat, donde cientos de aficionados del Espanyol improvisaron un altar con velas encendidas, flores, banderas, pancartas y bufandas en recuerdo de Dani Jarque, cuyo fallecimiento la tarde del sábado en Florencia ha vuelto a conmocionar a todo el fútbol español.
Desconsolados ante lo inexplicable, unidos en la tragedia una semana después de haberlo estado en la alegría durante la inauguración de su nuevo campo, los hinchas blanquiazules lloraron ayer juntos la pérdida de su capitán, que ya es leyenda. Cada 21 minutos -recordando el número del dorsal de Jarque-, los congregados rompían en aplausos en memoria de un futbolista que era para ellos mucho más que un excelente central de 26 años con una magnífica carrera por delante. Era uno de los suyos. Un 'perico' de corazón. Un emblema.
Desconsolados ante lo inexplicable, unidos en la tragedia una semana después de haberlo estado en la alegría durante la inauguración de su nuevo campo, los hinchas blanquiazules lloraron ayer juntos la pérdida de su capitán, que ya es leyenda. Cada 21 minutos -recordando el número del dorsal de Jarque-, los congregados rompían en aplausos en memoria de un futbolista que era para ellos mucho más que un excelente central de 26 años con una magnífica carrera por delante. Era uno de los suyos. Un 'perico' de corazón. Un emblema.
Todo la jornada fue como un largo velatorio en Cornellá-El Prat, que quizá no tarde en llamarse Estadi Daniel Jarque. Los equipos de televisión se pasaron allí el día retratando un paisaje humano de corazones rotos, lágrimas e incredulidad. A primera hora de la tarde, la llegada de la expedición españolista procedente de Italia avivó la consternación. Los jugadores, que pasaron por el estadio para recoger sus vehículos particulares y regresar a sus domicilios, recibieron el cariño de los aficionados.
Uno de los más afectados era Ferrán Corominas, íntimo amigo y compañero de habitación de Dani Jarque. Fue a él a quien llamó la novia del jugador, embarazada de ocho meses -otro triste paralelismo con Antonio Puerta- cuando éste, de repente, dejó de hablarle al teléfono, fulminado por lo que, a la espera de la autopsia que se le practicará hoy, parece ser una «asistolia no desfibrilable»; una dolencia mortal. De hecho, el doctor Cervera, responsable médico del Espanyol, nada pudo hacer para salvar la vida del futbolista de Sant Boi cuando le encontró desvanecido en su habitación del Centro Técnico Federal de Coverciano, donde el Espanyol realizaba la pretemporada.
Uno de los más afectados era Ferrán Corominas, íntimo amigo y compañero de habitación de Dani Jarque. Fue a él a quien llamó la novia del jugador, embarazada de ocho meses -otro triste paralelismo con Antonio Puerta- cuando éste, de repente, dejó de hablarle al teléfono, fulminado por lo que, a la espera de la autopsia que se le practicará hoy, parece ser una «asistolia no desfibrilable»; una dolencia mortal. De hecho, el doctor Cervera, responsable médico del Espanyol, nada pudo hacer para salvar la vida del futbolista de Sant Boi cuando le encontró desvanecido en su habitación del Centro Técnico Federal de Coverciano, donde el Espanyol realizaba la pretemporada.
Madera de líder
El golpe ha sido brutal. «Una catástrofe», dice Ander Murillo, muy afectado por la muerte de un buen amigo, compañero suyo en todas las categorías inferiores de la selección española. «Estoy muy jodido. No lo puedo entender. Que un chaval tan sano y tan fuerte muera así, de repente... Yo no sé lo que está pasando en el fútbol, pero no es normal», se duele el jugador del Athletic, que destaca la personalidad de Jarque. «Tenía madera de líder. No me extrañó nada que le eligieran capitán. Aparte de su calidad, era el típico jugador que no sólo se preocupaba de lo que él hacía en el campo sino también de los demás. Para el Espanyol es una pérdida brutal», asegura.
Jon Aspiazu, que conoció bien a Jarque durante las dos temporadas que Ernesto Valverde dirigió al Espanyol, comparte la opinión de Murillo. «Tenía mucha personalidad. No se cortaba al dar su opinión, aunque fuera discrepando del entrenador. Pero lo daba todo en los entrenamientos. Un profesional al 100% y, sobre todo, un hombre de club», destaca el técnico bilbaíno.
Jon Aspiazu, que conoció bien a Jarque durante las dos temporadas que Ernesto Valverde dirigió al Espanyol, comparte la opinión de Murillo. «Tenía mucha personalidad. No se cortaba al dar su opinión, aunque fuera discrepando del entrenador. Pero lo daba todo en los entrenamientos. Un profesional al 100% y, sobre todo, un hombre de club», destaca el técnico bilbaíno.
Efectivamente, Daniel Jarque era un 'perico' medular, de esos que nacen en familias humildes del Baix Llobregat, a contracorriente de tantas cosas, entre ellas del todopoderoso Barcelona. «Exigiré a todos trabajo, ayudas al compañero y generosidad en el esfuerzo. Somos el Espanyol y hay que salir a morder, rascar y demostrar nuestro orgullo», dijo, como declaración de principios, cuando sus compañeros le ofrecieron el brazalete.
Hijo de un electricista y de una costurera de origen andaluz, tímido hasta el sonrojo delante de los micrófonos y descarado sobre el césped, Jarque comenzó a jugar al fútbol en el Ciudad Cooperativa de Sant Boi. Lo hacía de medio centro. Fue Titín Márquez el que le retrasó al eje de la defensa en su primer año de cadete. Desde entonces, el chaval no dejó de crecer como futbolista.
Debutó con el primer equipo del Espanyol en 2002, con 19 años, de la mano de Ramón Moya, en un partido contra el Rayo Vallecano. Flaco y espigado, le faltaba entonces un punto de contundencia, pero ya era un jugador que saltaba a la vista por su elegancia y sus hechuras. Tanto es así que acabó siendo indiscutible para todos los entrenadores, desde Clemente a Lotina, pasando por Luis Fernández, Valverde, Márquez y Pochettino, que le han dirigido. Ninguno ha podido dejar de apreciar su lectura del juego y su exquisita salida de balón.
Debutó con el primer equipo del Espanyol en 2002, con 19 años, de la mano de Ramón Moya, en un partido contra el Rayo Vallecano. Flaco y espigado, le faltaba entonces un punto de contundencia, pero ya era un jugador que saltaba a la vista por su elegancia y sus hechuras. Tanto es así que acabó siendo indiscutible para todos los entrenadores, desde Clemente a Lotina, pasando por Luis Fernández, Valverde, Márquez y Pochettino, que le han dirigido. Ninguno ha podido dejar de apreciar su lectura del juego y su exquisita salida de balón.
La pérdida deportiva será grande para el Espanyol, pero nada en comparación con la pérdida humana. Y es que Dani Jarque, el último de esa lista trágica de futbolistas de élite (Marc Vivien Foe, Miklos Feher, Serginho, Di Tomasso, Anton Reid, Nsofwa, Antonio Puerta y O' Donnell) que mueren de improviso, en plena juventud, se hacía querer, ya fuera en el terreno de juego o jugando al fútbolín y a la pocha en las concentraciones. El funeral está previsto para mañana. Iribar e Iraizoz representarán al Athletic.
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